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De la realidad de la España de hoy

Por Agustín Ramírez , 28 enero, 2014
©Paloma·Rodera

©Paloma·Rodera

Hace unos meses, en la farmacia del barrio presencié la siguiente escena: una anciana pregunta cuanto tiene que pagar por las medicinas que le ha recetado su médico de la Seguridad Social, 48 euros le responde la farmacéutica porque este mes ya has agotado el cupo de lo que tienes subvencionado y ahora debes pagar este importe, salvo que te esperes al mes que viene en el que a estas medicinas ya se les aplicaría la subvención correspondiente. La anciana calla y no dice nada, momento en el que la farmacéutica le pregunta: ¿qué estás pensando?, a lo que la pensionista responde: hija, estoy pensando que no me voy a llevar las medicinas y me espero a primeros de mes, total son solo unos días lo que faltan; la farmacéutica le replica, pero mujer, deberías llevártelas, no debes interrumpir el tratamiento, para ti son fundamentales; a lo que la mujer respondió: sí hija, si te entiendo, el problema es que con los 48 euros yo como hasta final de mes y si compro las medicinas no tengo para comer.La escena anterior es una vivencia personal que nadie me ha contado, la he vivido personalmente y es un botón de muestra de lo que suponen los recortes sociales en la España de hoy.

Ejemplos semejantes ocurren en la Universidad española: alumnos hay que abandonan su carrera universitaria y se pasan a Formación Profesional por no poder pagar las tasas que cuesta cada asignatura o, en otros casos, en lugar de matricularse de las asignaturas de un curso, se matriculan solo de aquellas pocas que pueden pagar.

Bajando de la Universidad a la Educación Primaria, hay alumnos que no pueden comer en el colegio porque la situación económica de su familia no les permite el pago del comedor, y otros que,  llevándose la comida, deben pagar una tasa por su conservación y calentamiento; como diría el hoy embajador en el Reino Unido y anterior Ministro de Defensa: ¡manda huevos¡

Los informes de organizaciones acreditadas como Cáritas e Intermon Oxfam, entre otras, señalan la realidad del hoy de España, mostrando las carencias de una buena parte de españoles golpeados por la crisis: familias sin ingresos, familias sin vivienda, etc.; esta otra realidad de España parece no existir para los mandatarios de este país que empiezan a vanagloriarse, de momento en voz baja, del comienzo de la salida de la crisis, para ello se basan en las cifras macroeconómicas interpretadas a conveniencia que poco o nada tienen que ver con la vida de la inmensa mayoría. En este punto hay que recordar al maestro Sampedro: “Hay dos clases de economistas; los que quieren hacer más ricos a los ricos y los que queremos hacer menos pobres a los pobres”. Curiosamente solo se suele publicar información en los medios de comunicación generalistas de los primeros, de los segundos, mejor que escriban en foros de menor audiencia, piensan algunos.

En definitiva, en España vivimos una época en la que todo lo que tenga un leve tufillo a social, a Estado del Bienestar, a Derechos Humanos, a Libertades Públicas, debe ser pasado por la guillotina de la crisis para, amparándose en ella, dejar a la sociedad dependiente de esa otra España oficial, la de la riqueza y el poder, que ya se encargarán ellos de ir regulando el nudo de la correa.

Pues el que quiera que lo soporte, pero que recuerden los más de 35 millones de electores, de los que solo casi 11 millones votaron al partido hoy en el gobierno y 7 millones al mayor partido de la oposición –cómplices ambos, a instancias del segundo, de modificar la Constitución española con nocturna rapidez y complicidad para garantizar al poder real de la banca internacional que cobrarían los primeros de todos-, que votar el día de las elecciones, y solamente votar, no es el funcionamiento de una democracia, eso es la fachada del edificio de la democracia, la estructura de ese edificio es la que se hace en el día a día de los cuatro años que hay entre elecciones; unos, gobernando y promulgando leyes que atenten contra los derechos sociales, no combatiendo la voracidad de los poderosos, promulgando amnistías fiscales, manteniendo la infamia de las SICAV, no diciendo ni haciendo nada contra los paraísos fiscales, entre tantas otras tropelías; los otros, demostrando con argumentos que otra política es posible, que otro mundo es posible e intentando hacer cosas necesarias pero que no son cómodas ni sencillas.

La ciudadanía tiene el derecho y la obligación de vigilar esa democracia, y la constitución nos debe dar los mecanismos suficientes para ejercer ese derecho; la ciudadanía manda y obliga, los gobiernos tienen la obligación de obedecer a los ciudadanos que los han votado.

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