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De la felicidad y los recortes sociales

Por Agustín Ramírez , 7 febrero, 2014

©Paloma·RoderaEl profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Notre-Dame de EE.UU. Benjamin Radcliff ha publicado el libro The Political Economy of Human Happiness; en él defiende y demuestra la tesis de que aquellos países que tienen servicios públicos universales, tales como sanidad, educación,  y servicios sociales, son más felices (tienen un porcentaje mayor de la población que se encuentra satisfecha y feliz con su vida) que aquellos países que no los tienen, siendo éstos sustituidos por servicios asistenciales o de beneficencia, cuyo acceso depende de la capacidad adquisitiva de la población, tal y como ha explicado el profesor Vicenç Navarro en su artículo La Economía Política de la Felicidad.

Si recordamos las palabras del Presidente de la República Oriental del Uruguay, José Mujica: “La política es la lucha para que la mayoría viva mejor, que no es solo tener más, sino, también, ser más feliz”, vemos que las ideas del profesor americano y del presidente uruguayo caminan por la misma senda: la acumulación solo conduce a la felicidad de unos pocos a costa de la calidad de vida de una mayoría; y cuando se consigue a costa de otros existe siempre una sombra moral en esa felicidad obtenida.

Recientemente diversos informes de organizaciones humanitarias, tales como Caritas, Intermon Oxfam, Save the Children, inciden en las desigualdades que se están produciendo en la sociedad española, semejantes a las que se están produciendo en otras sociedades europeas, tales como la griega y la portuguesa, como la consecuencia lógica de unas políticas económicas que, con el pretexto de combatir una crisis económica y financiera, están arrasando con el Estado del Bienestar. Los informes presentan un cuadro devastador, mostrando como el crecimiento del paro y el recorte de las políticas de servicios públicos están arrojando a una buena parte de la población hacia los umbrales de una pobreza que antes de la crisis parecía impensable.

Las tesis de Radcliff y Mujica tienen en el horizonte un mundo en el que la acumulación y el desarrollismo son la otra cara de la moneda, la cara que muestra la pobreza, la desigualdad y el desastre ecológico.Quizás se trate de que ser felices no es tener más, sino tener lo necesario y lo suficiente para poder y saber disfrutarlo.

Estas desigualdades, que se han agudizado hasta límites extremos con los recortes sociales, basados en las mal llamadas políticas de austeridad, con el pretexto de combatir unos déficits económicos insoportables causantes de la crisis económica, es una gran mentira que nos venden diariamente casi todos los medios de comunicación generalistas (prensa escrita, radio y televisión). Estos recortes sociales, del Estado del Bienestar, se están haciendo, fundamentalmente, a costa de los más débiles o, cuando menos, nunca tocando los privilegios de la clase dominante. Se expulsa a la gente de sus casas, se les desahucia por impago de hipotecas, pero cuando se trata de grandes empresas, sí se renegocia la deuda. Se recorta en educación pública, pero se sigue tratando con mano de seda a la educación privada, especialmente a la vinculada con la Iglesia Católica. Se recorta en sanidad pública para dar negocio a grupos de empresas -mezclas de intereses financieros, inmobiliarios y otros- cuando el argumento de la rentabilidad de la gestión privada se demuestra que es más deficiente.

Todas estas cuestiones nos deberían llevar a plantearnos si no será que estamos dando vueltas a un ventilador social que ya se está acercando demasiado a la cabeza de las personas y que lo que nos deberíamos plantear es airearnos de otra manera. Pensar en que este mundo es finito y que, a la última, todos terminaremos convirtiéndonos en víctimas de nuestro propio egoísmo, pero sin olvidar  que, en el tránsito, este egoísmo lo está imponiendo una muy pequeña parte de la población que se puede estar convirtiendo en verdugo de todos.

Dejaremos para otro artículo otra cuestión fundamental: ¿qué grado de legitimidad tienen quienes están imponiendo estas políticas tan destructivas?. Sí, ya se que son elegidos democráticamente los miembros del poder legislativo y ejecutivo, aunque no deberíamos olvidar que en España de 34,9 millones de posibles votantes, más de 10 millones no ejercieron ese derecho por diversas razones, ni que la representación parlamentaria está significativamente alejada de los porcentajes de votos obtenidos. Hay que tener también muy claro que los poderes ejecutivos nacionales no son sino los ejecutores formales del poder verdadero, el económico-financiero, el cual no necesita de votos para aplicar su política, aplicada con la que los poderes financieros dan a la  Troika, organización opaca, carente de legitimidad democrática, mano “visible” del mercado y que supone una grave amenaza para la democracia de los países en dónde interviene. Como dice Martin Konecny, miembro de Corporate Europe Observatory (CEO), la Troika es «una fuerza destructiva que obliga a llevar a cabo medidas que se oponen a los intereses de las mayorías”


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