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Confeti para el mitin

Por Miguel Angel Montanaro , 27 marzo, 2014

Acabo de leer el recurso de alzada que una ciudadana elevó hace una semana, contra la autoridad competente de Sanidad y Asuntos Sociales de la Comunidad Autónoma de Castilla la Mancha.
Les resumiré que en el citado escrito, esta mujer solicitaba la revisión del expediente de su hijo, clasificado como gran dependiente, para que le llegasen las ayudas adecuadas a la gravedad de su precario estado de salud.
El chaval estaba aquejado de parálisis cerebral y otras afecciones severas.
Digo estaba, porque ya ha fallecido.

Trescientos y pico euros que desde hoy se ahorrará al mes esa Consejería de Salud –léase sin ironía–, que es la cantidad que recibía la madre, que se veía obligada a presentar todas las facturas que justificasen los gastos ocasionados por el cuidado del hijo –no valdría un expediente médico del crío–, para percibir la miserable ayuda, gracias a una miserable ley, que habrá ideado alguien que no habrá pasado necesidad en su miserable vida.

Evidentemente no vamos a culpar de la enfermedad del niño a los políticos que han redactado esa Ley de Dependencia, pero éstos si son responsables de su miseria moral, porque regatean con la salud del débil, mientras se santiguan en público y a boca llena, sermonean a los demás pontificando acerca de la vida.

Para estos implacables gestores de esta España pobre y asustada, esto no es violencia; sin embargo, otros, entre los que me encuentro –sin disculpar las agresiones ilegítimas e injustificables a los policías en las manifestaciones de estos últimos días–, pensamos que no hay violencia más cobarde que la que se ejerce contra los que no se pueden defender. Que cada día son más.

Los que no tienen quien les defienda pero si quien les multe por todo.
Los que han sido estafados por un sistema bancario –arropado por el poder político–, que se ha enriquecido con cláusulas suelo abusivas y les ha colocado productos financieros engañosos –como las llamadas: preferentes–, a ancianos e incluso a discapacitados.
Los que van a tener que ponerse de rodillas por un sueldo de miseria.
Los que han perdido sus casas y han sido echados a la calle junto a sus hijos, para que queden de una u otra manera, marcados de por vida.
Y los que en un último acto de rebeldía, han preferido arrojarse por el balcón antes que firmarle al secretario judicial la propia expulsión de su vivienda y de un sistema corrupto, tramposo y nauseabundo.

Saldremos de la crisis, no me cabe la menor duda, y cuando volvamos la vista atrás, junto a los cadáveres de los que se habrán quedado en el camino, veremos a los que, inmutables, han validado estas ignominiosas leyes que han favorecido a los poderosos y han hundido en la miseria a los de siempre.
En las próximas elecciones, estos políticos profesionales, se besarán con sus incondicionales y saludarán y aplaudirán felices con esas sonrisas adheridas a sus caras duras, camino de los escenarios donde largarán sus mensajes triunfalistas; lo harán, ya lo creo que lo harán, y después, se sacudirán el confeti del mitin.
Esos papelitos de colores que les arrojan como si fueran estrellas de la NBA y que estoy convencido que se podrían fabricar triturando las órdenes de desahucio que han ejecutado los bancos que han rescatado y las esquelas de los niños que les salen tan caros de mantener vivos y con dignidad.

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