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Apoderados

Por Francisco Delgado-Iribarren , 30 mayo, 2014
Imagen aérea de una mesa electoral

Imagen aérea de una mesa electoral

El 25 de mayo de 2014 debuté como apoderado en un colegio de Chamartín, cuyo nombre ahora mismo no recuerdo. Me planté con solo una hora y media de sueño, por la emoción que la décima copa (de Europa del Real Madrid) había inoculado en mi sensible corazón la noche anterior.

Reorganización de las mesas. Siempre hay gente que llega tarde, o que no llega. En los puestos de presidente y de vocales siempre hay cambios y sorpresas de primera hora. Un joven ojeroso no puede reprimir un elocuente resoplido de fastidio cuando le comunican que salta de suplente a vocal.

Los apoderados, en seguida, se juntan en corrillo y se presentan. El buen rollo entre los del PP, del PSOE, de IU, de UPyD, de Equo, de Vox no se vería por televisión. Se remueven algunos tópicos. El veterano de IU era profesor en ICADE y el joven de IU trabajó para el servicio jurídico del BBVA. La mujer de UPyD es azafata de vuelo retirada. En el PP hay un señor que asegura poseer tres doctorados, nada menos que en teleco, en ingeniería industrial y en derecho. Y yo le pregunto: ¿Cómo es que no le han enviado a usted al parlamento europeo? Los del PSOE son tantos que les da para formar corrillo propio. Hay una que se lo sabe todo y va de acá para allá deshaciendo equívocos y entuertos, democráticamente electrizada. El representante de Vox, joven, no para de pegar la hebra con los votantes. Muchos se le acercan para hacerle guiños y darle ánimos, pero eso es porque estamos en Chamartín, que es un distrito de derechas.

Lo peor, como quien lo probó lo sabe, es el recuento. Los votos nulos se firman en la papeleta, no en el sobre, y no se destruyen. Los votos válidos y los votos en blanco se destruyen. Los números tienen que cuadrar. Hay que rellenar, en esta fase, dos actas: la de escrutinio y la de sesión. Los apoderados tenemos que pedir copias, y se acaban rápido. El deber de ellos es reescribirlas tantas veces haga falta. Hay tres sobres para meter los papeles. Si los números no cuadran, hay que quedarse hasta que cuadren, y corregir todas las actas. Es lo que sucede en una de las mesas, justo en la que he votado. En el recuento definitivo el PP pierde cinco votos con respecto a los que tenía. Son las 22:30 horas, los párpados pesan y las piernas sufren agujetas. Cuando se acerca el pitido final la MásterApoderada del PSOE me informa de que no quedan copias. La presidenta de la mesa, con visible aspecto cansado, levanta la sesión con la frase inevitable que tantos presidentes y vocales de las miles de mesas de España repiten a esas horas, en voz alta y clara o para sus adentros: “Espero que no me vuelva a tocar”.

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