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Adoctrinamiento

Por Francisco Collado , 23 enero, 2019

 

 

No importa que el adoctrinamiento venga de la camisa nueva, que tu bordaste en rojo ayer, de la camisa cuello mao o de la camisa blanca de mi esperanza. El vocablo contiene las mismas letras. El pérfido significado es el mismo: “Enseñar los principios de una determinada creencia o doctrina, especialmente con la intención de ganar partidarios”. Se puede exponer más alto, pero difícilmente más claro. El poder ejecutivo no puede participar de ningún modo o manera, por acción u omisión en la realización de programas que se apliquen en las aulas, ni deben de hacerlo personas o entidades readicionadas directamente con la ideología electa. En este desastre vocacional en que habitamos; por algún extraño y sospechoso motivo; ningún gobierno ha tenido las santas gónadas de realizar un pacto de estado para blindar la educación, las pensiones y la sanidad. No es de extrañar, teniendo en cuenta el goloso pastel que les ofrece a nuestros desgobernantes. La anhelada manipulación del futuro elector con la introducción en las aulas de sus panfletos ideológicos, para cultivo y recolección de futuros militantes. Estos son lugares donde no hay espacio para las religiones (para ninguna), que pertenecen al ámbito privado. Pero tampoco es geografía para sembrar la semilla de ninguna corriente de pensamiento político. La alquimia perversa de las ideologías no debe nutrir a los futuros ciudadanos desde las aulas. Urge un pacto de estado, que parece no interesar a nuestros próceres, ocupados en asuntos más importantes como subir sus sueldos o verter  ponzoña sobre el adversario político. Ninguno quiere renunciar al pastel que se cocina en paraninfos, escuelas o liceos. La educación para el futuro ciudadano es una necesidad básica en esta sociedad desnortada en que habitamos, pero no debe de acompañarse nunca del tufillo dogmático o sectario del ejecutivo de turno.

 

Es precisa la colaboración de especialistas y profesionales en el campo de la pedagogía, la educación social la enseñanza, la psicología, etc. Es necesario elaborar una hoja de ruta para crear una textura social positiva, en la cual se aprenda la empatía, el respeto o la tolerancia. El aula es un buen lugar para informar sobre conductas nocivas, pero este conocimiento debe mostrarse siempre alejado de cualquier militancia. La enseñanza es un refugio intelectual y humano para aprender a ser personas, lejos de la presión de ideologías, lobbys o intereses espurios. Un albergue donde enseñar el control de la afectividad, la inteligencia emocional y el respeto.  Los recintos pedagógicos deben ser templos inmunizados contra la amenaza tóxica de las doctrinas. Todos los credos son excluyentes en su propia génesis, dividiendo la sociedad entre “nosotros” y “ellos”. Se precisan profesionales certeros y asépticos, que ejerzan su libertad de pensamiento en su tiempo libre. Nunca dentro del inmaculado cosmos de la enseñanza. No importa que la camisa que vistan sea azul, negra o desteñida. Las ideologías, doctrinas, credos y banderas tienen su esfera en el ámbito privado. Nunca en las aulas. Nunca en la esfera inmaculada de la pedagogía. Una sociedad madura debe luchar contra cualquier tipo de colonización ideológica, aunque se brinde con atractivos disfraces. Adoctrinamiento.  Puro y duro. Con todas las letras.

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