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A LOS 100 DÍAS DE LAS ELECCIONES GENERALES

Por Agustín Ramírez , 6 agosto, 2019

Se están cumpliendo los 100 días desde la celebración de las elecciones generales y, todavía, no hay gobierno. Lo cual no es ni bueno ni malo en sí mismo; lo que sí es digno de tener en cuenta es que a los ciudadanos se nos toma, poco más, que como los tontos útiles que llevan el pito al sereno.

Inicialmente deslizaron la idea, que cumplieron a rajatabla, de que mientras no se celebrasen las elecciones municipales y autonómicas y se constituyesen los ayuntamientos y los gobiernos autonómicos, la formación de gobierno iba a ser cosa complicada. Y ¿por qué? Pues porque los señores políticos nacionales tomarían las decisiones a nivel estatal en función de cómo se comportasen al inferior nivel municipal y autonómico. La explicación es una mezcla entre pobre y peregrina, pero es lo que da de sí buena parte de nuestra clase política.

Y llegaron los grandes días de la política: se reúne nuestro designado Presidente para formar gobierno con los diferentes partidos para llegar a un acuerdo y las cañas comenzaron a tornarse lanzas.

Veníamos de una moción de censura que cambió al gobierno del señor Rajoy, cuyo partido fue condenado por corrupción, por otro en el que convivían una amalgama de partidos que fueron capaces de sacar adelante propuestas y medidas, hablando y negociando, que llegaron hasta la ley mayor: los Presupuestos del Estado; en este punto la derecha actual, tripartita y cada vez más rancia e intolerante, no aceptó una oportunidad de utilizar una minoración del déficit de 6.000 millones de euros, a utilizar en políticas sociales para compensar el austericidio impuesto por el poder financiero y ejecutado, silenciosa y obedientemente, por el Partido Popular y prefirió unas elecciones generales; era la mejor manera de impedir, o al menos retrasar, que se revocasen una parte de sus políticas en favor de los de siempre.

Y todo parecía favorable para que la constitución de un gobierno no fuese cosa demasiado laboriosa ni complicada pero, hete aquí, que se ha constituido en un problema incomprensible para la inmensa mayoría, para aquellos a quienes se dice se representa o se quiere representar.

Los ejemplos de Portugal y Dinamarca no parece que hayan servido de ejemplo para hacer algo que parece demasiado evidente: discútanse programas de gobierno, acuérdense medidas mínimas, establézcanse mecanismos de control y comiencen a gobernar: las discusiones personalistas, si las ha habido, y la distribución de sillones, que se han publicado, no son sino la parte de los acuerdos que menos debiera ser pública: más importante es lo que se hace que quien lo hace; salvo que estemos en una situación de desconfianza y recelo, en cuyo caso lo mejor sería que gobernase el PSOE y todo se negociase, medida a medida, con el resto; perdón, con el resto excepto Vox, Partido Popular y Ciudadanos que ya han anticipado que no quieren nada con el PSOE, ni con la “extrema izquierda” -léase Unidas Podemos-, ni con los batasunos –léase EH Bildu-, ni con los independentistas –léase PNV, PdCat y ERC- aunque con demasiada frecuencia pienso: “ni falta que nos hacen”; ellos solo pactan entre ellos y con el que tenga la bandera más grande.

No obstante, convendría recordar que los que hoy piden desde el PSOE a PP y Ciudadanos que, al menos, se abstengan son los mismos que en la formación de gobierno del señor Rajoy no paraban de decir “no es no, que es lo que no se entiende” y el asunto solo se solucionó cuando el señor Sánchez fue defenestrado por los poderes fácticos del PSOE; asimismo, quienes reclamaban la abstención del PSOE, los señores del PP son quienes hoy rechazan la abstención en la investidura y, me temo, se llevarán la regañina de sus jefes reales: la banca, la CEOE y demás elementos de semejante pelaje.

A este olvido, hay que añadir esta clasificación de los partidos entre constitucionalistas y los demás. ¿Solo es válida la idea de mantener la Constitución, como un “sostenella y no enmendalla”? Y los que piensan diferente, ¿solo merecen el silencio y el olvido?

Hay una serie de materias donde hay que tomar medidas y cuanto antes mejor: cantidad y calidad de empleo, reforma laboral, pensiones, memoria histórica, dependencia, sanidad pública, educación pública, alquileres, cambio climático, justicia social, fiscalidad: pública y privada, investigación científica; con este breve esbozo, ¿no hay materia para ponerse de acuerdo y comenzar a cambiar cosas? Si no es posible, creo que en las próximas elecciones deberíamos de BOTAR a los incapaces anteriores.

 

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