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10 años sin Sexo en Nueva York

Por Natalia Méndez , 24 febrero, 2014

Siempre me he considerado una fanática de Sexo en Nueva York, y eso que la descubrí en 2004 con su sexta y última temporada; llegué a considerarla, sobre todo en temas de moda, como mi Biblia. Desde entonces he sido una defensora a ultranza de la forma de vida y experiencias de este grupo de   amigas.

En una ocasión una frase me aplastó, me dejó muda y grabó a fuego en mí una frase que aún me persigue: <<esperaba más de ti, de una mujer abierta, actual y feminista que seguir una serie como Sexo en Nueva York, que ensalza y apoya el cliché de mujer débil que solo habla se amor, sexo y moda y cuyo mundo gira en torno a los hombres>>. Y esas palabras son la razón de este escrito.

Imagino que son pocas las personas que no saben de qué serie hablo, pero contextualicemos: Sexo en Nueva York expone a cuatro amigas, Carrie (Sarah Jessica Parker), Miranda (Cynthia Nixon), Samantha (Kim Cattrall) y Charlotte (Kristin Davis) que cuentan sus vivencias laborales, sexuales, familiares, con amigos y amorosas durante 6 años. Por el resumen que he hecho estoy dando la razón, en gran parte, a la afirmación anterior; aunque si nos paramos a pensar, desde que salimos al mundo laboral ¿qué es lo que nos llena la mente? Según el CIS un 78,5% de los españoles tenemos como mayor preocupación el paro; en temas personales la primera preocupación para el 96,8% de los españoles la amistad, seguida de la familia por un 93,9%; y el 100% buscamos ser felices, y por educación o imperativo genético, esa felicidad la buscamos/conseguimos junto a alguien, por lo que el sexo y el amor también está rondando siempre el top 5 de nuestro ranking. Lo que convierte a a serie en una representación bastante fiel de la sociedad, no solo de finales de siglo, sino también de la actual.

Pese al nombre, castellano, el sexo no encabeza ni protagoniza la serie, son las relaciones personales: amorosas, familiares, laborales y de amistad las que lo hacen. Y con estas relaciones instauraron lo “chic”, moderno y normal que era tener un amigo gay con el que salir de fiesta, a cenar, de compras o con el que amueblar el apartamento. La homosexualidad fue tratada en esta serie con la naturalidad que los homosexuales siempre se han merecido, pero con la que ni si quiera ahora en algunos sitios o por algunas personas son tratados, solo que a finales de los 90. A este cuarteto de “rompe-sanbenitos” no se les resistió nada ni nadie: modelos masculinos heterosexuales; gays monógamos y en busca de su príncipe azul; amistad y cariño entre ex-parejas…

Pero donde esta serie hizo un trabajo magistral fue en los temas, y tabúes, que surgen entre las sábanas. Ahí es donde se convirtió en LA SERIE.  Mas hay que agradecerle a Candace Bushnell, escritora de la serie, la apertura sexual femenina que supuso el comportamiento de estas cuatro chicas: cualquier práctica que aporte placer es bienvenida y digna de ser meditada, probada o debatida contigo misma, las amigas o la pareja. Ya sea sexo anal; lluvias doradas, prostitución, griegos, franceses o lesbianismo. Todo tenía cabida desde el punto de vista más permisivo y corriente, con puntos de humor, crítica o didácticos cuando era necesario. Porque, al fin y al cabo, todas y TODOS le hemos contado a algún amig@ la caída del otro día probando una postura sexual nueva, el lumbago consecuente o la petición sexualmente extraña de nuestro último ligue pero que nos estamos planteando.

Además muchas aprendimos, y para que engañarnos, nos conformamos con soñar o imitar, que entre tío y tío el camino se anda mejor subidas a unos Manolos, que dejarnos los ojos ante un ordenador para ahorrar y poder comprar esa joya que nos enamoró un día ha dejado de ser “cosa de hombres”, que lo que nos hace atractivas y grandes es la unión de nuestras virtudes y nuestros defectos y fallos y que la libertad por la que tanto hemos luchado nos permite elegir tanto dedicar nuestra vida al trabajo (dejándonos llevar por el placer de vez en cuando) como abandonar todo por amor o la familia. Todo ello la convierte en una de esas pocas series atemporales y aptas para todos los públicos, y con esto quiero decir tanto hombres como mujeres; pues muchos hombres se verán identificados con algunas vivencias, por haberlas hecho o haberlas sufrido, depende; se reirán y se emocionarán con muchas escenas y podrán comprobar que el apellido “serie de chicas” es más que equivocado.


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